miércoles, 16 de septiembre de 2009

Habilidades físicas de presentación


Envidio profundamente a Marcelo Tinelli y, hasta no hace mucho tiempo atrás, nunca pude comprender las razones de su éxito.
Hace años hice el esfuerzo “titánico” de acompañar a mis hijos, mientras veían su programa, esperando descubrir qué es lo que decía para tener tanto éxito. Finalicé esta “experiencia de campo” profundamente deprimido porque, en forma sorprendente, ¡descubrí que Tinelli no decía absolutamente nada!
Pude comprender finalmente el éxito de Tinelli luego de leer un trabajo que realizó una encuesta de más de mil egresados de la Universidad de Harvard en la se les preguntaba qué era lo que más les había interesado de sus clases.
¡Sólo el 7% contestó que lo que más les había interesado era su contenido! Y allí descubrí las causas del éxito de Tinelli y la dolorosa verdad: A su público NO le interesa tanto qué es lo que les dice sino CÓMO se los dice.
Frente a esta “verdad” muchos me dicen pero “yo no soy un buen orador”. Para tranquilizarlos he aquí dos interesantes frases:

“La oratorio es un truco derivado de la experiencia”. Cicerón
“El orador se hace, el poeta nace”. Quintiliano

Cicerón y Quintiliano
[1] nos “apaciguan” explicándonos que para ser poeta hay que tenerlo “en el ADN” pero la diferencia entre un buen y un mal orador es sólo el entrenamiento.


Controle los tres niveles

Las escuelas modernas de oratoria aconsejan tres niveles de entrenamiento:

“Lo que has de decir, antes de decirlo a otro, dítelo a ti mismo”.
Lucio Anneo Séneca.

1. Primero avísele a sus familiares que no le ha agarrado un ataque sicótico (porque lo escucharán hablando sólo). Luego enciérrese con su computadora, un cronómetro y, de ser posible, una videocámara para filmarse en una habitación, de ser preferible que tenga un espejo. Luego ensaye la charla. Ya sólo verse en el espejo le producirá la misma sensación de estrés que tendrá al inicio de la presentación y además podrá ver todas las cosas desagradables que hace con su cara (ojos, labios, lengua, etc.) y extremidades.
Ensayar ayuda disminuir los nervios, ver si los audiovisuales funcionan, ver qué partes de la charla son largas, aburridas o incomprensibles.
Si puede pídale a alguien que lo filme para que vea con más claridad todas esas cosas espantosas que usted hace con las manos, los labios, los ojos, su voz, etc., etc., etc.

2. Dé la charla frente a su esposa, un ser querido, su amante, la señora que limpia en su casa, no importa quien sea, ¡mientras sea un Homo Sapiens!
Muchas personas me dicen que no hay nadie en su casa que sepa sobre el tema que va a disertar. ¡Mucho mejor! Si entiende y no se aburre, usted tiene la presentación perfecta.

3. Vaya al lugar del “crimen” (salón del congreso, aula, etc.) y ensaye su presentación. Esto le dará múltiples ventajas:
- Disminuirá el nerviosismo en el momento de la “verdad” ya que nada es más estresante que lo desconocido y usted ya conocerá, y ya “habrá actuado” en, el “campo de batalla”.
- Conocerá las ventajas y desventajas del lugar. Cómo funcionan la computadora, el cañón de proyección, los audiovisuales, etc.


Micrófonos

¡No afectan al éxito pero son esenciales para el FRACASO!
Es muy difícil saber a qué distancia colocarlo de los labios para que se escuche bien y además, en el fragor de la presentación, uno mueve las manos y arrastra el micrófono imposibilitando una buena comunicación con el público.
Por lo tanto trate de evitar su utilización. Sólo si verifica que su auditorio no lo puede escuchar con claridad (porque es muy numeroso, el salón tiene mala acústica, etc.) déjese caer “en sus garras” electrónicas.
Si usa el micrófono de “solapa”, ¡JAMÁS se lo ponga en la solapa! Colóqueselo bien ajustado y en su “línea media” (camisa).
Bien ajustado porque si se cae al suelo dejará hipoacúsico a su auditorio. En la mitad de su tórax porque si se lo coloca en una solapa (por ejemplo la derecha) cuando hable para ese lado ensordecerá a la audiencia y cuando gire su cabeza para el otro lado nadie escuchará absolutamente nada.
Si utiliza un micrófono de mano asegúrese de tenerlo en la “garra” no dominante (izquierda si usted es diestro) porque no hay nada más gracioso (y que lo deje peor parado) ¡que un orador señalando una diapositiva con su micrófono!


Siete SI en la Introducción

Los primeros noventa segundos: ¡Son absolutamente fundamentales!
1. Prepare la introducción cuidadosamente. Un saludo de tono amable es imprescindible para el inicio.
2. Despierte el interés.
3. ¡No se olvide sonreír! Se necesitan sólo dos músculos para sonreír: inténtelo.
4. Preséntese con una actitud modesta y cordial. ¡Nunca vacile en explicar al auditorio que usted está encantado de estar allí!
Actitud prepotente: sinónimo de fracaso seguro. Hay que huir como la peste de cualquier forma de pedantería o arrogancia. El presentarse como una persona que simplemente tiene algo que compartir es un punto de partida que asegura una cierta complicidad y un buen clima con el auditorio. Es el efecto reflectivo (si crea un buen clima en el auditorio estará más relajado) y el efecto primacía (si cae bien al principio tiene mucho ganado).
5. ¡Preséntese ante su público calzado con botas y espuelas, no con pantuflas! ¡Proyecte energía!
6. Lo más importante de la presentación debe decirse al principio. Esto impacta mucho y después se puede vivir de rentas.
7. Implicación: Demuestre que no sólo desea enseñar sino también escuchar, aprender y disfrutar.

NUNCA se olvide que el público: ¡Es el espejo del orador!
Si usted está:
* Alegre, ¡el público también lo estará!
* Aburrido, ¡el público también lo estará!
* Cansado, ¡el público también lo estará!
* Nervioso, ¡el público también lo estará!

¡Nunca, nunca pero nunca se disculpe! Cuando al inicio de una presentación escucho a un disertante decir “Debo pedir disculpas porque…” me asalta un ardor en el extremo distal del tubo digestivo que ni el Pancután puede calmar.
¡Si usted aceptó la responsabilidad docente no tiene disculpas!
Las disculpas son sólo útiles si ha hecho algo mal. No las use para excusar incompetencia o humillarse frente a una audiencia. No pida perdón por su nerviosismo o por falta de tiempo de preparación.
La mayor parte de los miembros de la audiencia no sabrán de su ansiedad, así que no llame la atención sobre ésta.

Comenzar con una broma
Varios autores recomiendan comenzar una presentación con humor. Esto puede tener sus efectos colaterales. Por un lado ser gracioso si que es congénito, por lo tanto si no sabe contar bromas no utilice esta estrategia. Por otra parte están los aspectos culturales, lo que es gracioso en Buenos Aires puede no serlo en Córdoba, Catamarca o Montevideo.
Si decide comenzar con una broma el humor debe ser original, inofensivo, inocente y compartido. Se trata de reír juntos no de reírse de nadie. Se trata de buscarle a las cosas su lado positivo. Reírse de uno mismo es siempre la mejor apuesta ya que cumple con estas tres características y además sorprenderá al auditorio que lo último que esperaba es que se burlara de usted mismo.
Recuerde que la mejor improvisación es la cuidadosamente preparada y la broma debe parecer una improvisación en su presentación.
Utilizar ciertas dosis de humor ayuda a captar la atención y favorece a acercarse más a los miembros de la audiencia en la medida en que uno “toca” sus emociones y no sólo su intelecto. Se trata de forzar la realidad para comprobar que esta realidad no es, en ocasiones, tan razonable como pudiera parecer.

¡NO se apure para comenzar!


Manejo del estrés

Uno de los miedos más frecuentes es el de hablar en público. Por esto los norteamericanos hacen la broma de que preferirían estar en al ataúd antes de que tener que dar el discurso de despedida al muerto durante el entierro.
¿Cómo evitar quedar reducido a una balbuceante masa viscosa hiperventilada de gelatina sudada? (Esta es mi cruda y realista definición y descripción de un orador nervioso).
Creo que la forma de vencer el miedo a hablar en público es entendiendo sus causas y aprendiendo a relajarse.
El objetivo es redirigir su atención de los problemas en su mente (que son la causa del nerviosismo) hacia cosas externas: ejercicio, relajación, estiramiento, inspiración, contraer los dedos de los pies mientras se inicia la charla, focalizarse en una cara sonriente del auditorio y dirigirse a ella durante la introducción, etc.
Para que usted vea que el estrés de hablar en público es tan antiguo como el hombre, en la enseñanza de la oratoria romana se afirmaba que imaginarse al público desnudo ayudaba a calmar los nervios. ¡Ahora también! Yo lo hago y me da muy buenos resultados.
Y la táctica es siempre la misma: si el problema es interno la solución es externa. Si quiere dormir lo peor que puede hacer es comenzar a pensar “quiero dormir, quiero dormir”. Por esto habrá surgido “la estrategia” de “contar ovejitas”.
Algunos presentadores utilizan Valium o Beta bloqueantes para “gambetear” al nerviosismo. Pero el problema del “Nirvana” neuroquímico es que transforma al orador “narcotizado” en algo más aburrido que chupar un clavo. El estrés también tiene efectos positivos: Brillo, velocidad, intensidad.


Como utilizar su cuerpo

¿Cómo dar la presentación? ¿De pie o sentado? ¡No olvide que el público procesa más su lenguaje corporal que la información visuo-oral! ¡La charla se debe dar de pie SIN apoyo!
¿Como situarse y moverse? ¡Establezca un punto de referencia!
La retina se distrae menos y evita que los ojos de la audiencia naveguen de un lado a otro con una menor pérdida de tiempo.
Si da la presentación en Occidente párase a la izquierda de su auditorio. Si por el contrario está en Teherán o Bagdad párese a la derecha. Si tiene que dar la charla en Beijing, ¡usted está en problemas!
¿Por qué debe pararse a la izquierda de su auditorio? Porque los ojos de su audiencia desean encontrarlo cuando comienzan a leer las oraciones en la diapositiva y en occidente se lee de izquierda a derecha.
Trace una línea que va desde el borde de la pantalla hasta el miembro de la audiencia que se encuentra en su “extrema derecha” y NUNCA atraviese esa línea ya que de hacerlo obstruirá la visión de sus diapositivas al auditorio
¡Hable hacia los oyentes jamás hacia el apoyo visual!

M-U-É-V-A-S-E. ¡No hay nada más aburrido que algo que jamás se mueve! O sea un orador con raíces en el piso.
Cuando el orador se queda inmóvil la mente del auditorio comienza a “viajar”.
Existe una similitud “especular” entre el estado atencional de los miembros de la audiencia y la “cinemática” del orador:
Orador en movimiento = Atención. Orador estático = Público Inerte.
Mantenerse en movimiento durante la presentación tiene múltiples ventajas:
* Demuestra que usted está vivo, que aún está con su auditorio, que no está clavado en el piso y que no es un mueble más.
* Al moverse obliga al público a mantener los ojos abiertos y a estar atentos.
* Al mantenerse en movimiento libera endorfinas y disminuye su estrés.
Penetre en “territorio enemigo” (o sea entre las filas de asientos del auditorio). Esta actitud los sorprenderá, generará un poco de “tensión dinámica” y aumentará su atención.
Para no quedar “anclado” a la computado (y por lo tanto inmóvil) use un control remoto o pida a un asistente que pase sus diapositivas.

No se esconda. ¡Derribe las barreras con el auditorio!
No se oculte detrás de sus manos, del atril, de la oscuridad, etc. Recuerde que usted es Brad Pitt y Charlize Theron y el público ha venido a verlo a usted. Si se oculta no podrá verlo, ¡y USTED es el verdadero espectáculo!

La mirada es completamente indispensable. Imagine a su auditorio como a una jauría de sabuesos hambrientos de contacto visual. ¡Tíreles ese hueso! La mirada genera placer.
O usted no ha tenido esa sensación de deleite cuando, durante una obra de teatro, un actor o actriz lo ha mirado o durante un recital un cantante la ha “enfocado”, “¡aaay mi miró!”.
Se ha comprobado en trabajos con Resonancia Magnética Funcional que el contacto visual aumenta la liberación de dopamina en la vía Mesolímbica del placer (la misma que es estimulada por la comida, el sexo y las sustancias adictivas).
DEBE mirar al público. El contacto visual mejora la comunicación y le da retroalimentación sobre el estado del auditorio: le permite saber si puede acelerar o frenar, si le prestan atención, si se están durmiendo o si debe parar “en seco” su presentación y darles un descanso.
Cuanto menos mire al público menos efectivo será.
Mucha gente me dice que mirar a los ojos de la audiencia les genera estrés. ¡Evite ser “sobrecogido” por mirar al público! La temida “alarma de multitud”. Busque puntos de referencia. Una estrategia es mirar inicialmente a la raíz de la nariz (denominado nasion). Esto hará sentir a la audiencia que los está mirando a los ojos y cuando usted se sienta más tranquilo podrá lograr hacer el fundamental contacto visual.
Su mensaje va donde vaya su voz y su voz va donde sus ojos la envíen. La mirada se apodera de la cara del otro y le obliga a llegar a una conclusión y a pensar sobre el placer que el intercambio le provoca.
La mirada es una especie de palpación visual recíproca breve pero que igualmente sirve para la formación de una opinión.
¡NUNCA mire al infinito! Ni a la corbata o al techo. Mire al público SIN CESAR.

¿Qué hago con esas “cosas” que tengo al final de mis muñecas? ¡ÚSELAS! No oculte sus manos. Ofrezca algo con ellas. Las manos ayudan al público a reconocer lo que es importante.
NUNCA ponga las dos manos en el bolsillo. Tampoco las utilice en sus bolsillos como instrumentos de percusión con monedas o llaves.
NO las oculte porque los ojos del público van siempre hacia donde están sus manos. Sus manos son las “coreógrafas” de los movimientos oculares de su audiencia, por lo que puede usarlas para guiarlas hacia sus diapositivas o hacia otro objeto que desea que miren.
No planifique sus gestos. Cualquier gesto que utilice debe ser una extensión de su mensaje y de la emoción que el mensaje transmite. Los gestos planificados lucen falsos porque no combinan con las otras señales involuntarias de tu cuerpo.

Los podios son veneno, los atriles son letales. Los atriles NO tienen lugar en la vida del presentador visual. ¡Son un obstáculo más que una protección! Motivos:
- Están hechos para leer y usted JAMÁS leerá su presentación.
- Le impiden moverse y ya hemos hablado sobre lo aburrido que es un orador inmóvil.
- Tapan al menos los 2/3 de Brad Pitt y Charlize Theron y el público ha venido a verlo a usted y usted NO debe ocultarse.
- Si está dando la conferencia en un hotel el atril tendrá un enorme aviso publicitario de dicho hotel que distraerá al auditorio.
- Si comete el “craso error” de dar la charla en la oscuridad los atriles tienen una especie de “velador” (originariamente pensado para leer las notas del discurso) que al prenderlo generan el efecto “drácula” en la cara del orador al proyectar siniestras sombras entre las arrugas faciales del presentador.

Como evitar problemas con su cuerpo.
“Vuestro rostro, mi señor, es un libro donde los hombres pueden leer extrañas cosas.” Mc Beth. Shakespeare

¡Cuidado con sus gestos faciales! Transmiten información muy importante que tal vez usted no desea que el auditorio conozca.
Se dice que el Homo Sapiens es un animal que se comunica constantemente y que, a veces, habla.
Nosotros podemos mentir con gran facilidad con la palabra pero muy difícilmente con el lenguaje corporal. Es como la vendedora de un restaurante de comida rápida que tiene un inmenso prendedor en su pecho que dice “estoy para servirle” pero mientras nos entrega la hamburguesa su lenguaje corporal claramente nos transmite el deseo que fallezcamos de un infarto miocárdico masivo tras el primer bocado.
Recuerde que sólo el 7% del sentido de una comunicación depende de la palabra hablada. El 93% del sentido depende del estilo, expresión, tono, expresión facial y el lenguaje corporal.
El problema radica en que le lenguaje verbal, en la mayoría de los Homo Sapiens, es regulado por el hemisferio izquierdo conciente pero el lenguaje corporal es controlado por el hemisferio derecho que es inconsciente.
Jamás se “eclipse” dándole la espalda al público.
Gestos negativos: No se lleve las manos a la cara. En general taparse la cara con las manos es un gesto típico del que miente, está inseguro de lo que está diciendo o está nervioso. Usted NO querrá que su auditorio tenga NINGUNA de estas sensaciones acerca de su persona.

Rascarse: ¡Formalmente contraindicado!
Especialmente en regiones “periorificiales” (usted ya sabe cuales son) y “genitales”. Sólo queda “disculpado” un rascado occipital acompañado de una expresión “profesoral”.
Usted se preguntará escandalizado quién se rasca, observe con cuidado y verá varios presentadores que se rascan. Y esto es normal porque el estrés produce la liberación de una molécula denominada histamina que genera ese prurito molesto. Si tiene el coraje suficiente fílmese a usted mismo y verá como usted también se rasca aquí y allá durante una presentación.

Voz

Pase un día con su voz. Es frecuente que cuando uno escucha su propia voz en una grabación exclame asombrado ¿Esta es mi voz? ¿Así suena? ¡Si, y esa es la voz que escucha tu auditorio!
Por esto es de gran importancia que compruebe si a usted (antes que a su auditorio) le gustaría escuchar su voz, grabando su presentación durante un ensayo. De esta manera podrá detectar sus errores y vulnerabilidades.
Evite problemas:
* El atropellado (alias la “ametralladora”): Aquel que no termina una palabra y ya comienza la siguiente. Su auditorio muere “acribillado” a palabras incomprensibles.
* El soporífero: ¡Es la cura más eficaz contra el insomnio! Es el orador que habla instalándose cómodamente en un tono bajo, monocorde y monótono sin ningún cambio a lo largo de TODA la presentación. Para evitarlo cambie el énfasis de su discurso a lo largo de la presentación.
* El decadente: Es el presentador que comienza bien pero a medida que pasa el tiempo comienza a “apagarse” como un electrodoméstico que se queda sin baterías (a disminuir la intensidad de su voz y a quedarse sin aire). Si tiene dificultades fonatorias o poca capacidad respiratoria no anestesie a su auditorio. Vaya al especialista correspondiente y resuelva su problema.
* El respirador: Es el (inspiración) orador que (inspiración) respira dentro (inspiración) de las (inspiración) frases. Si respira entre frases y no en ellas puede vocalizar mejor. Si no tiene aire farfulla y pierde énfasis y claridad. ¡Respire entre las frases! Para lograrlo debe tener suficiente aire en sus pulmones para sostener una frase larga o sólo diga frases cortas.
* El asténico: La etiología de la voz “débil” es un 99,9% falta de confianza. La “fórmula mágica” para resolver este problema es:
- Hablar sólo de lo que se sabe.
- Tener en claro los objetivos.
- Preparar a fondo lo que se dirá.
- Estudiar las características, necesidades y deseos del auditorio.
* El lector: “¡Una conferencia puede ser una lata pero si es leída es literalmente una lata de conserva!” Julián Marías
La lectura nos distancia de la audiencia y como efectos colaterales podemos citar:
- Lectura con “mono-tono” = ¡Aburrimiento!
- Nos obliga a inclinar la cabeza ahogando la voz por estrechar el diámetro laríngeo = ¡Aburrimiento!
- Innumerables errores de lectura = ¡Aburrimiento!
Proyecte su voz: Nada es peor que un orador que no se puede oír. Incluso en el mundo de la alta tecnología, con micrófonos y amplificadores, usted tiene que ser oído. La proyección de la voz no significa gritar, más bien pararse derecho y permitir que la voz resuene en el aire de los pulmones, en vez que en el de la garganta, para producir un sonido más claro. Hay que impostar la voz.
Otro factor importante para proyectar la voz es… ¡abra la boca y cambie su ritmo!
Los que dan la presentación con los “labios suturados” (alias el “murmullador”) no serán escuchados. Demóstenes para evitar este problema aconsejaba entrenarse dando el discurso con una piedra en la boca. Luego de esto los oradores abrían sus labios como el bostezo de un hipopótamo.
Hoy en día las escuelas de oratoria son menos traumáticas y para evitar los “labios suturados” aconsejan practicar con un lápiz entre los labios para que luego, durante la presentación, estos se abran grácil y relajadamente.

Ponga en juego al silencio: Para resaltar en el lenguaje oral no contamos con la negrita, las mayúsculas o el subrayado pero contamos con un poderoso resaltador: el silencio antes y después de lo que queremos destacar (la negrita “oral”).
Los buenos oradores antes u después de decir algo importante hacen un silencio más prolongado.
Debemos recordar que es en el silencio el momento en que el orador es más expresivo. Como afirmó el violinista Isaac Stern “Lo importante no son las notas sino los intervalos que hay entre ellas”.
Pausa de apertura: Los buenos oradores antes de iniciar un discurso hacen un silencio para llamar la atención del auditorio y resaltar quien tiene el “poder” psicológico de la situación.

Las muletillas matan: Las muletillas “desnudan” su pensamiento frente a la audiencia. Son una evidencia clara y transparente de que esta pensando qué es lo que tiene que decir (porque no lo recuerda) y mientras tanto el público lo está escuchando.
Además las muletillas tienen efectos nocivos como distraer, aburrir y hasta poner de mal humor al auditorio cuando se repiten por enésima vez.
Ley de Robi: La cantidad de muletillas es inversamente proporcional a la cantidad de veces que el presentador ha practicado la presentación en su casa.

“Piqueteros” y rupturas en el flujo de información: Como tratar las distracciones. Durante su presentación se enfrentará con múltiples “piqueteros” que intentaran detener el curso de su charla.
He aquí algunos ejemplos de los piqueteros más habituales y las estrategias más efectivas para enfrentarlos.

* El impuntual: La asistencia “escalonada”, escuchando los argumentos de los que van apareciendo una vez comenzada la clase, hacen que uno llegue a la conclusión de que hay un especie de confabulación por parte del transporte público para que los estudiantes lleguen tarde.
Dependiendo del contexto (congreso, clase, presentación comercial, etc.), el tiempo de arribo (inicio, desarrollo, conclusiones) y del “estatus” del piquetero que llega tarde (soldado, suboficial, teniente, general, etc.) usted puede tomar la decisión de resumir, o no, lo que ha dicho hasta ese momento para poner al tanto al piquetero.

* El atacante: Si bien cuando uno es agredido, instintivamente, siempre se tiene la intención de cercenarle la carótida al piquetero agresivo, ¡contrólese! Hay que conservar la sangre fría para salir de una situación así, no sólo por la agresión sino porque el resto del grupo analiza su respuesta a la misma.
Recuerde que si le secciona la carótida el público actuará como el árbitro de fútbol que, al ver dos jugadores agrediéndose, no pregunta quien empezó sino que le saca la tarjeta roja a ambos.
Contraataque la hostilidad con amabilidad. Saque de su bolsillo un enorme tarro de vaselina virtual y conteste con la mayor cordialidad posible. Cuanto más violento se ponga el piquetero más afable sea en su contestación. El piquetero (y la audiencia) debe tener la sensación que está golpeando en el vacío. En esta escalada el público se pondrá, sin lugar a duda, de su lado. No pierda bajo ningún concepto la calma y acepte el desacuerdo, explique que sus argumentos no tienen por qué convencer a todo el que lo escucha, pero no continuar la discusión ni entrar en el territorio agresivo.

* El sabelotodo: Es aquel miembro de la audiencia que, cuando estaba en el útero de su madre, ya sabía todo (y aún más) de lo que usted está diciendo (a un punto tal que le produce perplejidad comprender para qué ha ido a su presentación, si no es exclusivamente para interrumpirlo y molestarlo).
Un consejo: es inútil todo tipo de intervención para lograr que cambie de actitud. La mejor estrategia para lograr que cierre su bocota es aceptar su inmensa sabiduría y “coronarlo” como el rey del tema.
Tal vez podrá soltar alguna leve ironía pero sólo después de esta ceremonia de vasallaje el sabelotodo dejará de interrumpirlo.

* Los estudiantes que “han pagado la butaca”: Son aquellos que no tienen ningún interés en lo que sucede “en la pantalla”, pero insisten en acudir a la clase, por lo general sentados en la última fila. Se trata de un grupúsculo de estudiantes que, por un motivo oculto e irracional, prefieren organizar sus “veladas” íntimas sentados en el fondo de un aula repleta en vez de hacerlo en una plaza o cafetería.
Es difícil de comprender ya que evidentemente la disertación del orador y las intervenciones de los miembros del auditorio interesados en la presentación deben ser rotundamente molestas para quienes desean mantener una conversación íntima en franca camaradería.
¿Qué hacer? El “Si no les interesa no hay problema que se vayan” no funciona y además me parece violento y ridículo “expulsar” de una clase a personas aparentemente adultas.
Una forma de enfrentar la situación es acercarse lentamente al grupúsculo “parlanchín” y con cara de tonto (a mí particularmente, debe ser por motivos congénitos, me sale muy bien) preguntar: “¿Perdón… de qué hablaban?”. Lo más probable es que al segundo o tercer “¿Perdón… de qué hablaban?” se sientan lo suficientemente incómodos o ridículos como para dejar el parloteo para otra ocasión. Advertencia: a veces no funciona y entonces ya es cuestión de hablar con ellos, o ellas, fuera del aula y plantear - encarar las cosas más “rudamente”.

Cómo afrontar las preguntas: El momento de las preguntas es uno de los instantes más importantes de la presentación ya que es una ocasión de intercambio. La pedagogía de las preguntas siempre es mejor que la pedagogía de las respuestas.
Pero, ¿qué sucede cuando una pregunta es capciosa, excesivamente provocativa o mal intencionado con la intención clara de desestabilizar al presentador? ¡Ahí te quiero ver!
Algunos consejos para afrontar este tipo de preguntas. Durante la formulación de la pregunta:
1. Clave su mirada directamente en la retina del miembro de la audiencia que le está formulando la pregunta. ¿Usted ha visto lo que hacen los boxeadores antes de un combate? Se miran fijamente a los ojos. Es una cuestión de “dominio” psicológico. El que pregunta tiene el poder psicológico, al “insertarle” su mirada le reblandecerá un poco dicho poder y el “partido” comenzará más equilibrado.
2. Mientras escucha la pregunta leala “entre líneas”: Qué es lo que realmente quiere preguntarle.
3. Hacerla repetir. Cuando un Homo Sapiens pregunta por segunda vez, acostumbra a baja la agresividad (digo acostumbra, ya que a veces puede incrementarla) y a ser más prolijo en los detalles.
4. Mientras el miembro del auditorio la repite tiene más tiempo extra para analizarla, para pensar con calma, es decir el tiempo que gana le permite pensar la respuesta, le ayuda a no improvisar.
5. Al finalizarla siempre agradezca la pregunta. Puede usar frases como: "esta es realmente una buena pregunta" o "me alegro que haya preguntado eso".
6. Repita la pregunta por dos motivos. Por un lado porque frecuentemente (salvo que la pregunta se haya hecho con un micrófono) una gran parte del auditorio no la ha escuchado bien. La segunda razón es “comprar” aún más tiempo para organizar su respuesta y evitar que su respuesta esté empañada con los clásicos ummm y ahhh.
7. ¡Huyamos hacia la derecha! Si no sabe cómo responder a la pregunta existen dos técnicas que pueden ayudarlo:
“Rebote”: Consiste en “devolver” la pregunta a algún distinguido miembro del auditorio, “aprovechemos que tenemos aquí al profesor Juan Pérez para saber cuál es su opinión acerca de esta interesantísima pregunta” o “estando aquí presente el profesor José Gómez sería una falta de respeto no escuchar primero su entender sobre esta aguda pregunta”. Si la eminencia no sabe qué contestar no se preocupe.
“A la Gallega”: Radica en contestar con una pregunta, “¿por qué me ha preguntado esto?”. De esta manera “desnuda” de toda hostilidad al atacante ya que nunca confesará los motivos ocultos y usted contestará a la segunda pregunta que siempre será más sencilla.
8. Luego de una pregunta “peligrosa” dé la espalda al autor de dicha pregunta y mirando al resto de la audiencia, y con tono firme y seguro, pregunte si alguien más tiene alguna pregunta para hacer.

El era un fabricante de mentiras
El tenía las historias de cartón
Su vida era una fábula de lata
Sus ojos eran luces de neón
Fabricante de Mentiras. Nito Mestre

Frente a una pregunta cuya respuesta usted desconoce, ¡no se debe mentir al auditorio pero tampoco se puede!
No se debe por motivos éticos, no se puede porque, por la ley de Murphy, SIEMPRE alguien del auditorio se dará cuenta y su credibilidad morirá para siempre.
Una opción para evitar el temido “no sé” y no mentir es contestar “nunca lo he leído”, luego de lo cual usted le pide el mail y hace en forma inmediata el “contrato” que le contestará ni bien haga una revisión bibliográfica sobre su pregunta.

Es frecuente que algún miembro del auditorio dé una conferencia disfrazada de pregunta. El mejor manejo de esta situación es interrumpirlo interrogándolo: “¿Cuál es su pregunta?”.

Su Público necesita una pausa: Cómo darse cuenta.
Los miembros de su auditorio (si usted no programa al menos una pausa cada 45 minutos) le enviarán señales desesperadas que expresan “¡por favor una pausa!” y que debe detectar de inmediato. Aquí van algunos ejemplos:
* La cabeza inclinada con la mano cubriendo los ojos.
* La cabeza apoyada en la mano mirando en el vacío.
* Los anteojos fuera de su lugar, los brazos cruzados, las piernas apoyadas en el respaldo de la silla que está adelante.
* Una mano frotando un ojo.
* Suspiros profundos y densos.
* Dedos tamborileando sobre la silla.
* Pies en flexo-extensión constante.
* Cambios constantes de posición corporal en la silla.
* Glúteos que se mueven constantemente.
* Cabezas que giran constantemente.
* Gente que se levanta y sale del salón.
Si bien usted esperó demasiado, frente a estos signos de desesperación: ¡déles una pausa a estos pobres diablos!
Luego de darles la pausa, si desea saber cómo va en realidad su presentación, diríjase como un rayo hacia el baño. Enciérrese en uno de los cubículos y escuche las conversaciones. Al menos en el baño de hombres, existe una extraña relación entre el reflejo de micción y la sinceridad. Allí escuchará con exactitud lo que piensan de su presentación: “viste cómo divaga el idiota éste”, “habla lento como una tortuga, me estoy durmiendo”, etc. (todo con el fondo de braguetas que se abren y chorros que se estrellan contra el mingitorio). Su ego sufrirá pero obtendrá una valiosa información para corregir su presentación.

Estilo “lacónico”: Muchos oradores parecen no darse cuenta que en la batalla de Platea ganaron los espartanos y atenienses y no los persas. Desde entonces el estilo predominante ha sido el preferido por los espartanos que vivían en Lacedemonia o Laconia (de allí el término lacónico), como enseñan en la escuela de periodismo: sujeto, verbo y complemento.
En el estilo oratorio hoy en día se habla del “e-estilo” refiriéndose al modo en que actualmente escribimos en los mails en comparación a las cartas tradicionales, o sea con palabras y frases cortas y concretas.

Anglicismos, “angloparla” y “anglojerga”.
Una costumbre “aborrecible”, para “legitimar el estatus”, en el ambiente médico es bombardear con una palabra en inglés por cada tres vocablos que se pronuncian durante una presentación. Y así (no importa que uno esté en Almagro, Barracas, Villa Soldati o Belgrano) uno tiene la sensación de estar en Nueva York o Londres cuando en realidad uno se encuentra a orillas del Río de la Plata.
Otra práctica detestable es cuando algún “galeno” ha hecho un curso de perfeccionamiento en Estados Unidos (sin importar que dicho curso sólo haya durado un par de semanas) y al retornar da una presentación acerca de dicho curso con acento “anglo” (logrando que Cervantes tenga convulsiones en su tumba). Para empeorar las cosas no es infrecuente que pregunte “¿cómo se decía esto en español?” y uno tiene el irrefrenable deseo de contestarle “¡de la misma manera que hace dos semanas antes de irte, idiota!”.
La “legitimación del estatus” no proviene de escupir algunas palabras en inglés y el público rápidamente interpreta esta actitud cómo lo que realmente es: impotencia intelectual. ¡NO LO HAGA!
Además el castellano es un idioma hermoso con una amplia terminología que nos permite describir prácticamente todos los eventos de nuestras disciplinas. Si tiene muchas ganas de hablar en inglés lo mejor es sacar un pasaje en American Airlines.

[1] Marco Fabio Quintiliano (39 - 95), fue un retórico hispano-romano. Su fama proviene de ser el mejor profesor de retórica del mundo antiguo junto a Isócrates. En esta materia alcanzó un prestigio tal que se le nombró profesor oficial de la materia con retribución pública. Escribió la Institutio Oratoria, una obra enciclopédica en doce volúmenes que recoge todo cuanto es necesario para formar a un orador.

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